martes, 22 de septiembre de 2009

Yoli

Eres bien buenita tú. Cuando me caído esa vez has venido con tu alcohol y tus venditas a curarme mis heridas. Me has hecho empanaditas. Y después, para que no me sienta mal en cama tanto tiempo, me escribiste una notita que cada mañana leo al despertarme.

Tus palabras son bien bonitas, debes tardar harto en escribir: tus letras parecen dibujitos precisos que, aunque en ese tiempo no sabía leer, igual me gustaba mirar. Debajo de mi almohada las guardo y, aunque no me creas, hasta ahorita no se han arrugado. Por eso nunca te escrito una carta porque yo he aprendido a leer con la que me has dado (y si vieras mi letra de aprendiz ahora seguro te reirías).

Antes de ti siempre me quedaba calladito y pasaba como un fantasmita por la calle, era pues un fantasmita que sobrevivía porque es una ley no morirse y no quejarse y no quererse. Pero cuando te apalean y te estás por morir no es ley que te curen. Tú me has curado, has sido mi doctora, me has mirado a los ojos, me has dicho ¿te duele? Yo te he contestado, al principio con vergüenza, que sí, que sí me dolía, porque ahora me he dado cuenta que las heridas abiertas nunca dejan de doler.

Le estaba contando a mi amigo de ti: de esa vez que has cocinado para trescientas personas con veinte papas y cuatro cebollas -¿Cómo?- Me ha preguntado sorprendido el Julio, yo, que te he visto hacer la comida, que estaba a tu lado, no sabía cómo explicarle, incluso me ha dicho que soy un bandido mentiroso que le estoy queriendo engañar. Le dicho que junto con la Estela hacían milagros en el comedor popular y que hasta me chupaba los dedos. Le contado también que, así tan flaquita como eres, podías levantar dos garrafas como si nada mientras cuidabas a los hijos de todos.

¡Ay Yoli, si supieras cuanto te extraño! a veces no me quiero ni levantar y no sé por qué lo hago. Tal vez sea porque me has dicho que siempre hay alguien más que te necesita, que no podemos olvidarnos de la gente. Yo estoy aprendiendo, siempre aprendiendo, hubiera querido comenzar a aprender de más chango, pero tú sabes que era más difícil: ya había visto como le han majado a mi papa por decir una vez que no podía más, que estaba cansado (ya era bien viejito pues y como mula querían que siga trabajando). Lo he visto llorar Yoli, a mi papito, y te he contado ya como me mascado mis dientes para no matar a esos desgraciados que le han hecho eso.

Esa vez que me curaste y me levantaste del asfalto caliente cuando esos desgraciados me han empezado a apalear y a escupir, he sentido lo que tal vez mi papito a sentido: esa humillación, ese quererse hacer a un lado y agachar la cabeza, ese pedir perdón… ¡pero no carajo! Tú nunca te has quejado y no quiero comenzar a quejarme contigo.

Yoli no sé qué es lo que ha pretendido la muerte al llevarte, pero ahora bien agarraditas de la mano deben andar porque, ahora que casi nadie habla de ti, yo te recuerdo en cada niño que comió de tu plato, en cada putazo dan las madres a sus hijos para que no se hagan humillar, en cada gesto de amor, en cada mañana y en cada despedida. Porque como tú Yoli, han comenzado a nacer personas buenas o mejor dicho han comenzado a existir las personas por lo que son y lo que sienten.

Texto: El Colgado. Este texto fue escrito para el segmento radial " El colgado" que forma parte del programa "Arte en la llajta" transmitido todos los sábados a las 8:00 en la radio CEPRA-CEPJA FM 90.3. Puedes encontrarlo también en: http://quimbando.blogspot.com

1 comentario:

  1. Realmente con mucho sentimiento,snif,snif(me hizo lagimear).

    ResponderEliminar