sábado, 18 de abril de 2009

Colgaderas sádicas

No sé si alguna vez, en medio de una conversación, te has ido a la luna. Te has "colgado", diría un amigo. Me refiero a cuando la imaginación te agarra de una oreja y te lleva a pasear al polo norte, encarnado en un oso blanco de esos que mueren ahogados por no encontrar icebergs; te lleva al bosque negro, al lado de un lago tan plano como un espejo, en medio de una noche de lobos; te lleva a algún país abusivo a sembrar baobabs, o al patio de tu amor platónico a sembrar alguna florcita anónima.

Seguramente te ha pasado.

Las conversaciones con burócratas, y funcionarios en general, tienen en mí la propiedad de estimular estas "colgaderas", pero sádicas. Si alguna vez me encuentras en la calle y me pides un certificado (ni qué decir en una oficina, con todo ese aire viciado por los trámites), ten por seguro que mientras dulcemente te sonrío y pregunto "¿A quién debe ir dirigida la solicitud?", estoy imaginando que un misil recién lanzado desde Islandia tiene por destino el lunar de tu oreja derecha. Puedo estar imaginando que el coágulo mortal que destroce tu cerebro está a sólo unos centímetros de su meta. Puedo estar imaginando que a tus mangas les crecen dientes de piraña y te mutilan las manos. Imagino un borrador gigante que te borra. El que las imágenes sean dignas de un cuento o de un periódico de crónica roja barata, depende de variables como el clima, el nivel de mi resfriado, tu corte de cabello, de si ese día pude ver algún músico callejero o no (y de su calidad).

Estas imágenes no son precisamente de las que se olvidan rápido,¡no! Se acumulan y después de un tiempo se congestionan. Los efectos en la salud son similares o peores que la sinusitis de la semana pasada.

Gracias por este dolor de cabeza, embajada, U y demás. Es el complemento -o relevo- perfecto para esta gripe. Sin ustedes, el mundo sería realmente mejor. Una pena, en fin.

Texto: Isla, tomado por el colgado de http://lahidradelcuento.blogspot.com

1 comentario:

  1. Estás completamente loco hermano, pero coincido de una manera casi centrípeta. Es más, me imagino que esta tarde, cuando hable con alguna gente en su oficina, estaré vislumbrando un volantín salir por tus orejas, llegar hasta la guitarra (que estarás tocando), y comerse una a una las cuerdas. Cuidá la viola, hay volantines comecuerdas sueltos.
    Sergio

    ResponderEliminar