martes, 31 de marzo de 2009

Guicha

Guicha es una perra, bueno el nombre de una perra. En otras palabras, y para ser más preciso, es el nombre de mi perra. No hablo en el sentido reguetonero de la palabra perra. Que no se me entienda mal. Guicha es un animal que comparte mi espacio personal. Un can. ¿O cana? No lo sé. Creo, en todo caso, que can o perro son el nombre genérico de esta especie de animales, así como los hombres son humanos. Bueno, en realidad humanos son hombres y mujeres pero, se les dice hombres como un sinónimo de humanos. No es que yo apoye esta noción, pero en muchos lugares se me ha entendido de machista, y no lo soy, es el idioma. Hoy (no hoy día, si no en un sentido temporal más amplio) se incluye en los discursos ambos géneros. Ahí está el problema, en los géneros. Si uno dice “me gusta la música” alguien responderá (en forma de pregunta) ¿y qué género? Casi nunca sé que responder, porque si uno habla con un hombre o mujer, en suma ser humano, que siente simpatía por un cierto género musical, por ejemplo, todo lo demás dejará de ser música. Esto pasa, especialmente, con los cerrados. Pero, por otro lado, hay quienes entienden todo en un sentido tan amplio que dejo de entender que es la música, puesto que ya no existen marcos. Creo que allí radica el problema de los géneros: en los marcos, en aquello que los antropólogos se han encargado de estudiar en la cultura. No sé cuál es el interés de los antropólogos para estudiar las culturas. Creo, que en gran parte, ellos fueron los culpables de que los invasores sepan como pensamos y, de esa manera, puedan entrarse como en su propia casa hablar en nuestra lengua, además de entender, por lo menos superficialmente, el sentido de algunos códigos. El antropólogo hace eso ¿no? Pero creo que es su labor de comunicación lo que hace que ellos puedan distribuir las costumbres de los grupos. Puedan, en otras palabras, generar mercado. Los comunicadores se han encargado de desnudarnos. Hablo de desnudarse en el sentido metafórico. Los intelectuales occidentales son los culpables. ¡Ah! No... pero los abogados son los más hijos de puta. Digo hijo de puta como una expresión popular, más allá de desprestigiar el respetable oficio de las putas. Creo que no necesito explicar esto.

Por todo eso no sé qué mierdas es mi perra. Lo que sé es que Guicha es encantadora. Es de una raza híbrida, mezcla de pastor alemán y chihuahua mexicano. Tiene el hocico largo, casi del largo de su pequeño pero robusto cuerpo, y una curvatura en la espalda, que se asemeja a la de una salchicha parrillera tomada por las puntas, pero desde arriba. A veces su hocico se queda clavado en algún pequeño agujero que hace en el piso para enterrar cualquier cosa. Tiene piernas fuertes como las de un rinoceronte, por eso cava un hoyo de casi dos metros de profundidad en algunas pocas horas. Si pudiera saltar (no lo puede hacer porque sus piernas son demasiado cortas, a veces no puede ni pararse bien a causa de esto) alcanzaría el último higo del árbol de mi jardín. Su cola amputada, hace que su cuerpo entero parezca “la cola” pues todo él se mueve cuando está feliz al verme llegar. Lástima que sea ciega. Pero tiene un olfato impresionante. El día en que mi abuela cayó en una de sus fosas nadie sabía dónde encontrarla. Todos pensábamos que se había fugado, bajo el pretexto de visitarme. Mi familia y yo nos preocupamos mucho. Pero Guicha nos llevó, luego de algunos días, justo a la fosa en la que había caído: Hábilmente recorrió el piso con su rectangular nariz y encontró a la abuela. ¡Fue espectacular! Parecía una de esas perras actoras de Hollywood.

Lo que pasa es que mi abuela ya casi no ve pero tampoco tiene el sentido del olfato, o del oído demasiado desarrollado, por eso no vio el hueco. El oído de guicha es muy agudo. Creo que el que haya encontrado a mi abuela se debe a que huele, pero también escucha bien.

Cierto día, un amigo, chichi le dicen, me aconsejó que lleve a Guicha al veterinario puesto que no era normal que sus dientes se caigan. Mi madre decía que sus dientes no se caían por una enfermedad, es más, me dijo que había encontrado algunos de sus dientes clavados en lo muebles de madera de mi casa. No le creo mucho. Mi madre siempre tuvo una fijación con mi pequeña Gicha. Nadie nunca entendió sus juegos.

En los días, cuando duerme, ronca un poco, pero esto no molesta a ningún vecino porque el ruido de la ciudad es más fuerte, debo ponerla de costado para que me deje trabajar ¡y listo! esto es algo que parecía molestarle mucho a mi novia el hecho de que yo viera a mi perra con tanto cariño: “esa sombrilla la compré para nosotros no para tu perra… la limonada la hice para la visita de tu madre no para ese engendro… ¡no voy a dormir en la otra cama!” decía y jamás entendí su actitud. Luego de un tiempo mi relación dejo de funcionar, puesto que Guicha le gustan las atenciones, es comelona y por tal motivo tengo que alimentarla trece veces al día (en pequeñas porciones claro).

Don Alberto (que en paz descanse), un viejo amargado que vivía a dos casas de la mía, se andaba quejando de que Guicha hacia sus necesidades en su puerta. Yo no le creí nada porque le enseñé buenos hábitos a mi perra, jamás encontré nada, en ninguna parte de la casa, que pueda demostrar la aseveración de don Alberto. Además que era imposible que el supuesto “objeto contundente” que me mostraba haya salido de mi pequeña Gicha. Yo creo que son los caballos que llegan de vez en cuando a la feria. “Yo la vi, la vi, no estoy loco” me decía el viejo infame.

Cuando murió don Alberto todo el barrio se puso en luto. Lo disculpe sinceramente puesto que era mayor y de seguro le molestaban, como a tantos otros viejos, los animales. Llevé a mi pequeña Gicha a su velorio para que se despidiera de él, puesto que ella no le guardaba ningún resentimiento, es más lo entendía. Todos los vecinos salieron gritándome que era una falta de respeto llevar a mi cachorrita y que me fuera ya mismo. Indignado tomé unas galletas de la mesa de comida para mí y guicha miré a todos con profundo rencor, para que se dieran cuenta de cuánto daño nos hacían, y luego nos fuimos. Esa noche lloré.

La sensibilidad canina es tan grande que cuando Guicha me vio llorar decidió tomar venganza: orinaba en todas las puertas y perseguía a todos los gatos de la cuadra. Una vez llevó muerto a uno de ellos a la casa. Y es allí cuando el miedo se apoderó de mí “¿qué hice mal?” decía para mis adentros. Le hablé reflexivamente que lo que hacía no estaba bien. Lo tomó muy mal. Se enojó tanto que decidió escaparse de la casa.

Tras semanas de búsqueda la encontré rodeada de varios perros. Parecían pretenderla. Gicha que escuchó mi manera de andar o quizás me olio desde aquella esquina en la se encontraba, hizo un movimiento en su cabeza dirigiendo sus ojos muertos y fijos hacia mí y se puso a hacer el amor, si es que puede llamársele así al acto que, con su amigo, practicaban salvajemente y sacando las lenguas como animales. Molesto empecé a tirarle piedras al perro que se encontraba encima de ella y seguía pegado. Me fui a casa en una actitud perdedora y resignada.

Al poco tiempo, y dándose cuenta de su error, Guicha regresó, con el rabo inexistente entre las piernas ,y le abrí la puerta. Llevaba consigo una gran barriga que de seguro traerá algunos cachorritos. Nos acercamos nos abrazamos y es así como aprendí a ser madre.

Ahora mi familia me traslado a un lugar en el que puedo estar tranquilo junto a Guicha, y ya nadie me molestara. Algunos días extraño un poco el afuera, pero mi médico me da unas pastillas que me hacen olvidar de todo. Es más, ahora quisieron hacerme creer que Gicha no existía la ocultaron. Pero tengo pruebas. Un día Guicha trajo….


Texto: El colgado

4 comentarios:

  1. Bueno en todo caso me interesa bastante saber què fue de la pobre abuela. Ay! las perras a veces son màs divertidas que los perros, yo nunca tuve perras, pero quienes si, me contaron que son muy divertidas. Un abrazo canhedu!

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  2. Oye me queda la duda de què pasò con la pobre abuela, pero en todo caso esa perra debe ser muy buena onda, el final es definitivamente una colgada de aquellas.

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  3. El arcano número 12, el Colgado:

    El Colgado representa la lucha que estremece las creencias y vivencias del sujeto.
    El Colgado nos recuerda que la mejor manera de encarar un problema no es siempre la más obvia.
    El Colgado actúa como un péndulo que no se mantiene de un lado ni del otro, busca su equilibrio en movimientos sucesivos hasta llegar al centro.
    El Colgado aprende que los mundos internos existen y entonces se vuelve hacia adentro: un destello de revelación le hace invertir sus valores materiales por los espirituales.

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  4. Realmente me dejaste colgada no se si el dueño de la Guicha esta re chiflado o es zoofilico, o tiene fobia a los ancianos, de todas maneras es genial y diferente a los relatos tradicionales.Seguí con entusiasmo

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